jueves, 16 de abril de 2009

Mirando al mundo

El mundo es una auténtica mierda.
Todo es gris, el cielo, las calles, la gente, los árboles del parque, los pájaros. Y este olor, está por todas partes, la ciudad apesta. Las fachadas de los edificios están sucias, los coches circulan expulsando un irrespirable humo gris, la gente deambula por las calles, sus caras están difuminadas, borrosas.
Subo al autobús para ir a casa, le pido el billete al conductor, no puedo evitar fijar la vista en lamparones de su uniforme. El autobús está lleno de pequeñas manchas en los cristales, en el suelo, en los asientos, en la barra, estiro la manga de mi jersey para agarrarme… la gente apesta, es el mismo olor que envuelve la ciudad.
Llego a casa y busco a mamá. El olor de mamá siempre me reconforta. La encuentro en el jardín, al verme sonríe.
- Hola cariño ¿qué tal el día? – viene hacia mí, necesito que me abrace, que su olor anule este apestoso olor que me acompaña y que el brillo de su mirada borre el sucio gris de la ciudad.
- Mamá, el mundo es una mierda. Todo es gris, sucio. Y apesta, la ciudad apesta –me abraza, ya estoy a salvo, mamá lo arreglará.
- Hijo, siempre te he dicho que el mundo es un reflejo de nosotros mismos. Es un espejo, sólo te devolverá tu imagen. –me acaricia el pelo.
- Mamá, ¿estás diciendo que soy sucio y apestoso?
- Cielo, límpiate las gafas y cámbiate de zapatillas. El mundo te lo agradecerá.

Sonia Sánchez Ortiz

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