miércoles, 15 de abril de 2009

Binomio fantástico – El Mejillón y la Rueda

El acantilado se levantaba abrupto sobre el mar con el que mantenía un violento pulso por ocupar el mismo espacio. En una de las rocas del acantilado es encontraba Mejillón lamentándose por amanecer otro nuevo día en el mismo lugar. Cada noche se acostaba con la esperanza de que mientras durmiera le crecieran patitas o aletas que le permitieran salir de allí e ir a visitar el mundo que se le antojaba debía ser enorme.
De repente un fuerte ruido procedente de lo alto del acantilado le saco de su ensimismamiento y acto seguido vio como empezaban a caer piezas que unidas debían componer un coche… El mejillón se acurrucó en su concha esperando que pasara la tempestad.

- Hola - El mejillón abrió un ojo y miró desconfiado hacia dónde había escuchado la voz.
- Hola – contestó. Una rueda había quedado enganchada en una roca justo a su lado
- Que vista tan maravillosa, no es mal lugar para acabar mis días. – dijo la rueda admirando el paisaje
- Bueno no te confíes, esta noche subirá la marea y probablemente acabarás en el fondo del mar cómo todos tus colegas. – comentó el mejillón con cierto desdén
- Vaya gracias, ya me siento mucho mejor. Bueno por lo menos disfrutaré de este día. Ojala pudiera quedarme aquí para siempre.
- No sabes lo que dices, esto es un aburrimiento. Todos los días son iguales. Me despierto y ahí está el sol, el mar, el viento y la roca. Ojala fuera libre como tú para poder ir a cualquier parte y conocer mundo, vivir emociones. – Mejillón cerró los ojos imaginando las cosas que podría hacer con unas patitas.
- Uhm, el sol ofreciéndote su calor, el mar acariciándote, la roca abrazándote y el viento susurrándote bonitas canciones, uy si, ¡¡qué vida tan horrible!!. – rio la rueda con sorna.
- Bah, tú que sabrás!! – se quejó el mejillón.
- Mi vida si que ha sido dura. He ido de un lado a otro, sin descanso. Nadie se ha preocupado nunca por mí. No formo parte de nada, no pertenezco a ningún sitio, nadie me espera y nadie me echará de menos. Tú en cambio formas parte de este lugar. Este lugar sería distinto sin ti. Me encantaría acostarme sabiendo que puedo dormir tranquilo porque a la mañana siguiente todo seguirá igual, el sol, el mar, la roca, el viento. – La rueda respiró hondo intentando fundirse con el viento.
- Si, Bueno – el mejillón intentó disimular su satisfacción – Pero, ¿qué me dices de todas las aventuras que has debido disfrutar?, correr contra el viento, agarrarte a las curvas, deslizarte por las rectas, patinar en el hielo, pisar la nieve, notar el calor del asfalto en verano, rebozarte por el barro, sentir la hierba fresca... Despertarte cada día sin saber lo que va a pasar, sentir que tu destino no está escrito. Ser libre!!
- Eso de ver mundo está sobrevalorado. Todos los tesoros que muchos buscan toda su vida, los tienes aquí, paz, tranquilidad, belleza. – Dijo la rueda respirando profundamente de nuevo.
- Eso lo sabes porque has tenido la posibilidad de comparar.
- Si, he visto muchas cosas, cosas bonitas, cosas feas, cosas buenas, cosas malas… - la rueda suspiró mientras rememoraba momentos vividos. - aunque, desde luego no esperaba que mi destino fuera acabar despeñado por un acantilado. – añadió decepcionada.
- Si te sirve de consuelo, yo seguramente acabaré amenizando alguna paella. – Dijo el mejillón mientras un escalofrío recorría su cuerpo. - Bueno así veré mundo. – ambos rieron con ganas. Luego se quedaron en silencio.
- Sabes mejillón – dijo la rueda casi en un susurro - la verdad es que mi vida ha sido bastante emocionante.
El mejillón miró a la rueda y luego echó un vistazo a su alrededor.
- Si esto es realmente bello, creo que no podría vivir en ningún otro lugar.
Ambos suspiraron, se miraron y sonrieron.
Si, sus vidas eran maravillosas.

Sonia Sánchez Ortiz

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