miércoles, 15 de abril de 2009

Sexo Virtual

Metió la llave en la cerradura, la giró y abrió la puerta, el aroma a hogar salió a recibirle y le arrastró al interior, por fin estaba en casa, no conocía un placer más intenso que llegar a casa después de un largo día de trabajo.
Dejó su chaqueta y su cartera en el comedor y se acercó a la cocina, su mujer le había dejado la cena en la mesa tapada con papel Albal, ella se había acostado. Estaban pasando una mala racha, Mario perdió su trabajo como corredor de bolsa además de perder parte de su patrimonio en algunas desafortunadas operaciones. Habían perdido su preciosa e inmensa casa y ahora vivían de alquiler en un pisito de 80m2. Ella tuvo que volver a trabajar después de 10 años dedicándose a cuidarse, gimnasio, tratamientos de belleza, compras, organizar al servicio… Emma no lo había encajado bien y desde hacía unos meses no le dirigía la palabra, él estaba tan enamorado de ella como siempre y trabajaba 16 horas al día para recuperar el nivel de vida que tenían.
Cenó rápido, cogió su portátil, una cervecita y se sentó en el sofá. Oyó un beep-beep, era el Messenger alguien quería añadirle como contacto, no le sonaba el nombre “Lucía”, igual era una vieja amiga, decidió aceptarla.
- Hola Lucía, ¿nos conocemos?
- Hola, creo que me he equivocado de email.
- Vaya lo siento.
- Bueno ya que estamos cuéntame algo sobre ti.
- Algo, ¿Cómo qué?
- ¿Estás casado? ¿En qué trabajas? ¿pasta o pizza? ¿Te gusta el sexo virtual?
- Si, economista, pizza, ¿Sexo virtual?
- Si, sexo virtual. ¿Qué te parece, te animas?
- Bueno, no sé cómo funciona esto, pero estoy casado y bueno…
- Relájate, no hay contacto, no creo que pueda considerarse infidelidad.
- Supongo que no.
- Cuéntame una fantasía.
- Bueno, me gustaría… - su imaginación empezó a trabajar.
- Dime, cariño
- Me gustaría atarte a la cama,
- Eso me gusta
- Primero las manos, después los pies,
- Vaya, un chico duro
- Vendarte los ojos, recorrer tu cuerpo con mi lengua, acariciar y besar tu cuello, me vuelve loco el cuello de una mujer…
- Me estoy excitando, cariño, sigue…
Mario también se estaba excitando y sintió la necesidad de salir de allí, de ir a dar una vuelta, aquello le estaba gustando, le estaba gustando mucho, se sentía culpable. Cogió las llaves del coche y se fue.
- Cariño, ¿por qué no vienes a verme? Calle del mar, nº 5
Mario ya no contestó.
Volvió 3 horas después, Emma estaba sentada en el sofá delante del ordenador, con los ojos fijos en la pantalla. Mario intentó explicarle pero era imposible, no quería oír nada, “esto es la gota que colma el vaso” le dijo, “No quiero verte más, lárgate de aquí”, le echó de casa.
Esa noche durmió en el coche, al día siguiente iría a casa de su madre.
Se despertó y se dirigió hacia la oficina, antes de subir se pasó por la cafetería de al lado se aseó, se cambió de ropa y desayunó. Cuando fue a pagar, no encontró la cartera, maldita sea, que más podía fallar. El dueño le fió.
A media mañana dos policía se presentaron en su mesa.
- ¿Mario González?
- Sí, soy yo
- Acompáñenos.
No volvieron a cruzar palabra hasta llegar a la comisaría.
Una chica había aparecido muerta en su casa en la calle del mar, nº 5. La habían encontrado atada de pies y manos en la cama con los ojos vendados, le habían apretado el cuello hasta matarla. Su cartera había aparecido en el suelo junto al cadáver, en la pantalla de su ordenador estaba todavía la conversación que habían mantenido en el chat.
Al parecer, era una joven y rica heredera, su muerte había conmocionado a la alta sociedad barcelonesa, necesitaban un culpable y lo tenían.
Le explicaron lo sucedido y le preguntaron dónde había estado, su respuesta pareció complacer al policía y allí acabó el interrogatorio. No tenía coartada, su mujer confirmó que había chateado con la chica, que había salido y que había estado fuera 3 horas. Estaba detenido, tenía derecho a permanecer en silencio, todo lo que dijera podía ser utilizado en su contra.
Cuando salía de la sala de interrogatorios destino al calabozo se cruzó con el marido de Lucía, Ángel, que le dio un puñetazo mientras le insultaba, sin que nadie hiciera nada para evitarlo. De nada sirvió que le jurara, llorando, que no tenía nada que ver. Aquello era un mal sueño, despertaría en su cama, al lado de Emma, la acariciaría y la besaría, ella le abrazaría y se quedarían allí acurrucados.
El día del juicio llegó, Emma estaba allí sentada detrás de él. Ángel entró en la sala y cuando su mirada y la de Emma se cruzaron, lo supo, todo cobró sentido.
La besó en la mejilla y le dijo al oído “Te quiero, espero que seas feliz”.
El juez entró en la sala:
- ¿Cómo se declara el acusado?
- Culpable.

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